lunes, 20 de abril de 2009
crimen pasional
Ruth Ellis pidió una botella de brandy y su deseo fue concedido. Saboreó cada trago y al rato se sintió animada. Imaginó que estaba en su night club envuelta por la música y la semipenumbra. Cuando dejó el vaso en la mesita al lado de la cucheta, advirtió que el borde que se había llevado a los labios no estaba manchado con rouge como era habitual, y entonces volvió de golpe a la realidad. Miró las paredes grises de su celda, en la prisión de mujeres de Holloway. Tenía 28 años, había sido condenada por asesinar a su amante y en 24 horas más sería colgada del cuello hasta morir.
Era el 12 de julio de 1955. Albert Pierrepoint entró al anochecer a Holloway para cumplir con su trabajo según los viejos ritos. Estaba impecablemente vestido con un traje gris oscuro y chaleco. Flaco y alto, de pelo corto y blanco, con infinita cortesía pidió a los guardias conocer a "su cliente".
Lo llevaron hasta una celda contigua a la de Ruth. Allí estaba la horca y en una de las paredes una puerta de metal con una mirilla que abrieron muy despacio. Pierrepoint, el verdugo más famoso de Inglaterra, observó detenidamente a la condenada, anotó su peso y su altura y los combinó mentalmente con otros factores esenciales para su tarea: el grosor y la longitud de la soga.
Ella no se dio cuenta de que la observaban. La mujer, que se convertiría en la última en ir a la horca en Inglaterra, sollozaba repetidas veces: "No quiero morir... quiero ver a mis hijos..." Albert Pierrepoint cerró la mirilla con sus huesudas manos.
Ruth era hija de una refugiada belga y de un músico inglés de apellido Neilson que prefería pasar la mayor parte del tiempo tocando el chelo en cruceros transatlánticos antes que con su familia en tierra firme.
Ya adolescente, Ruth se platinó el cabello y empezó a frecuentar clubes nocturnos. Le gustaban las polleras ajustadas, los tranquilizantes y el brandy. Primero fue camarera; luego modelo, después desnudista en boliches de mala muerte, más tarde alternadora, prostituta de ocasión con hombres de la alta sociedad y, finalmente, encargada de un local nocturno.
Tuvo un varón de una de sus parejas juveniles y otro más de su matrimonio con un dentista alcohólico llamado George Ellis, una unión que se disolvió rápidamente.
Esta era su vida hasta que en The little club, en el corazón de Londres, conoció a David Blakely, un joven de 25 años que no tenía otra ocupación más que despilfarrar las 7.000 libras esterlinas que había recibido de herencia paterna. Le gustaban las carreras de autos pero su último vehículo había quedado en la línea de partida el día de su debut.
La relación con Ruth fue tormentosa. Vivían en un departamento alquilado; él la engañaba y ella le hacía pagar el alquiler a uno de sus clientes ricos. Blakely a veces le pegaba, a veces le proponía matrimonio, a veces se emborrachaba con ella y a veces estaba semanas sin aparecer.
El Viernes Santo de 1955 habían quedado en encontrarse a las 19.30 en un boliche. David iba hacia la cita cuando se encontró a unos amigos, Carole y Anthony Findlater. Como lo vieron deprimido, le propusieron ir a otro local a tomar unos tragos y a olvidarse por un momento de sus problemas con Ruth. El aceptó.
Ruth, en cambio, llegó puntual a la cita y esperó en vano. Pero no sólo esperó ese día sino el siguiente y el siguiente. Se enteró de que David había salido con los Findlater y se convenció que la engañaba con Carole. Y más todavía: creyó que la engañaba con el matrimonio Findlater.
Pasadas las 21 del domingo de Pascua de 1955, Ruth Ellis fue al club Magdala, donde estaba David. En su cartera llevaba un revólver calibre 38. Blakely recibió el primer tiro a menos de 8 centímetros de distancia. Tambaleante, salió a la calle y allí Ruth le disparó cinco veces más.
Se quedó parada en ese lugar. "Llamen a la policía", les dijo a los curiosos que se reunieron allí. No intentó defenderse en ningún momento. "Soy culpable", reconoció siempre. Un jurado tardó 14 minutos en dar el veredicto: muerte en la horca.
empanadas de ti
Te quiero tanto es decir te queria
Pero cuando supe supe lo de ella
Las empanadas saben distinto hoy en dia
Tu me cambiaste y yo te cambie por dinero x 2
Coro
Dedos en vez de aceitunas…..
Empanadas de ti
Mi amor no perdona
Empanadas de ti
Saluda lejos a la eternidad
Olvida mis maldiciones y cantemos juntos
Ahora quiero amasar el dolor
Que es profundo e inútil como tu ausencia
Coro
Dedos en vez de aceitunas…..
Empanadas de ti
Mi amor no perdona
Empanadas de ti
La masa tiene mis lágrimas
Se desinfla tu rostro y tus ojos
Eras mío o de nadie mas
La cebolla adorna tu pelo
Si las vendo baratas nadie lo sabrá
Me entro el diablo y lo tuve que cortar
En entro el diablo y lo tuve que matar
Ahora seré libre de esas voces dentro de mí
Ahora seré libre libre
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario