jueves, 10 de diciembre de 2009

victor por guillermo tellier

Queridas compañeras, estimados compañeros. amigas y amigos:

Quisiera iniciar estas sencillas palabras - de homenaje a nuestro querido compañero Víctor Jara,- saludando con especial afecto a su familia, a sus hijas Amanda y Manuela y muy en especial a Joan Turner, su compañera, que nos han regalado, a todos los presentes, este momento maravilloso y solemne, que nos permite hermanarnos en este homenaje popular tan merecido para Víctor y tan estimulante para todos aquellos que de una u otra forma luchamos por un mundo mejor, más democrático, de mayor igualdad y de justicia social.

Nuestro compañero Víctor, como tantos de los nuestros, es de origen campesino, del pueblo de Quinquén, en Chillán Viejo, hijo de Manuel y Amanda, vivió en Lonquén y posteriormente en la población Nogales, en Santiago junto a su madre, que por gran necesidad económica atendía un puesto de comidas en la Vega Poniente.

Estudió Víctor un tiempo para cura en el Seminario de la Orden de los Redentoristas de San Bernardo, donde aprendió música y desarrolló su afición por el canto, que heredó de su madre. Ya desde el año 1953 inició una vastísima trayectoria en su formación y producción musical, en la danza y en el teatro, que lo llevó a componer muchas canciones, integrar, dirigir y trabajar con los conjuntos “Cuncumén”, “Quilapayún” e “Inti Illimani” y a montar obras de teatro con especial maestría. Llevó su obra a muchos países de América Latina y Europa, donde se hizo muy conocido y apreciado por su talento artístico, al igual que en Chile.

En todos esos países siempre llevó adelante la solidaridad con Cuba y Vietnam. Víctor Jara, con todo su talento, adhirió y trabajó por el triunfo del Presidente Salvador Allende el año 1970. Sus canciones alentaban al pueblo a construir un país más justo y solidario, más democrático y dueño de su destino. Luchó con profundo convencimiento por la Reforma Agraria y por la Nacionalización del Cobre.

Como sabemos, pudo más la confrontación despiadada y alevosa que levantó la derecha fascista contra el gobierno popular, hasta producir el golpe militar en 1973. Golpe que nada, ni nadie, nunca podrá justificar.

Como nadie tampoco podrá justificar el asesinato de Víctor, ni de ninguno de los chilenos y chilenas que fueron víctimas de la dictadura.

Víctor Jara fue siempre un símbolo de nuestras luchas, tal vez el más peligroso para los gobernantes de facto, el más temible, con su guitarra y sus canciones y con su militancia comunista. Por ello lo condenaron a la muerte, para acallar sus ideas, su voz y su canto de multitudes.

Pero se equivocaron rotundamente, porque los que lo aman van mucho más allá del Partido Comunista o de las Juventudes Comunistas, a la cual pertenecía, lo ama el pueblo de Chile entero y son los jóvenes del mundo, de las más diversas latitudes y pensamientos, pero sobre todo, lo aman los trabajadores y los más humildes, que saben que Víctor los representaba como un dirigente ejemplar al momento de su asesinato y lo reconocen como un ser humano digno, valiente como el que más, sencillo, inteligente, un hombre profundo defensor de la paz, pero irreductible ante la barbarie de sus verdugos.

Se equivocaron porque su figura se agiganta, porque su obra perdura para dar confianza y nuevas esperanzas a nuestro pueblo. Su presencia sigue viva entre nosotros, alentándonos a seguir adelante, con alegría y mucha fe en el futuro.

Algunos, con la vana esperanza de neutralizar su imagen, se esmeran en el intento de separar su pertenencia política y su inclinación a la lucha social, del qué hacer intelectual y artístico, tal como lo han tratado de hacer con Pablo Neruda. Pero el mismo Víctor se niega a tal posibilidad cuando nos dice:

“Yo canto a los que no pueden ir a la universidad, a los que viven penosa y duramente de su trabajo, a los que son abusados, a todos esos que se llaman pueblo, con toda la magnificencia que encierra la palabra”. “Soy folklorista, soy un hombre de extracción popular. Aprendí desde pequeño el lenguaje de los más, que son los más humildes y humillados.”

Es posible que estas exequias que Chile le debía a Víctor Jara sean el signo de los tiempos que vienen, en que la historia la volverán a escribir los pueblos de nuestra América y de la que Chile no estará ajeno. Porque es necesario terminar con toda forma de exclusión, de discriminación y de injusticia. No puede perdurar una desigualdad tan grande y carencias del pueblo que se vuelven insoportables.

Una nueva Constitución para Chile está en la base de todas estas transformaciones y tal objetivo, junto a los derechos de los trabajadores, podría ser el centro de la convergencia de fuerzas democráticas y progresistas en un plazo no lejano.

Nuestro más profundo agradecimiento a la Fundación Víctor Jara, a su cuerpo directivo y colaboradores, a los ex alumnos, académicos y estudiantes de la ex UTE, a los folkloristas y artistas, a las Juventudes Comunistas, a todas las autoridades que se han hecho presentes, a los representantes de los partidos políticos y de instituciones de diversa índole, a las representaciones diplomáticas, a la Central Unitaria de Trabajadores y organizaciones sindicales, sociales, de pueblos indígenas y de Derechos Humanos

Quiero saludar la presencia de la Ministra de Cultura, que nos acompañó todo el trayecto para venir a dejar al compañero Víctor Jara, y saludar también, de forma muy especial, a nuestro querido compañero Jorge Arrate.

¡Verdad y justicia para Víctor Jara!, ¡verdad y justicia para los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos! ¡

Querido compañero Víctor Jara, te decimos presente ahora y siempre!, y como habría dicho nuestra compañera Gladys, “Víctor, contigo, con tus canciones, ¡mil veces venceremos!”.